martes, 23 de diciembre de 2008

...

Tantas veces le di vueltas a este mundo, siempre cuando las cosas se repiten ahora y ahora y ahora. Todavía no entiendo donde esta el fin.

¿Cuándo me olvide de tocar las nubes con los dedos? ¿Cuándo olvidé contar los colores del arco iris sin que me faltara uno? ¿Cuándo dejé las figuritas desacomodadas en un rincón? ¿Cuándo dejé pasar la oportunidad de pedirle un deseo a esa estrella fugaz y esperar a los Reyes la noche del 6 de Enero? ¿Cuándo me dejaron sin mí? ¿Cuándo me dejé sin mí?

Menos mal que los ríos desembocan en el mar, y todas las aves regresan luego de la migración de verano. Porque todavía estoy esperando que regrese mi alma viajera y migratoria. Esa que se pierde dando vueltas en el campo, en el agua, en las praderas verdes con olor a pasto mojado, en las mañanas de mates y viento con sabor a tierra. Que vuelva, que solo espero.

Y cuando se me haga difícil verla volver, lejana y altiva, voy a recordar que todas las despedidas son una buena oportunidad de volverse a encontrar. Y aquí estoy. Y aquí estamos. Esperándonos.

Intento liberar ese espíritu cruel, obstinado y maravilloso que hace un tiempo estuvo por acá. Le he dado fuerza de amistad y alimento de confianza y tardes de dulzura, teñidas de palabras. Para que cuando retorne, no se le frunza el ceño por no entender.

Fue el día más largo del otoño. Fue una ribera vacía. Fue el sol de frente a nuestras vidas. Fue poesía que surgía de los destellos de luz y agua. Se sacudió el firmamento y grazno la tierra de vernos allí. Y una esperanza vaga y profunda me dejo salir a mirar. Quizás haya vuelto. Quizás puedo tomar de nuevo el mazo de cartas y hacer castillos. Quizás puedo enamorarme nuevamente. Tal vez puedo soñar con hoy. ¿Quien dice que no es la chance de adolecer otra vez y seguir tirando para no aflojar?.

Para la oportunidad, una vida,
Para la vida, vivir,
Para vivir soñar,
Para soñar, con todos.
Si vos, yo: y si nosotros,
Juntos.
Sin vos no hay ustedes,
Y sin ustedes no soy.

Porque me queda gritar, que al final del camino, va a ser bueno haber llegado por el apoyo de tus hombros. Y cuando se apague el sol, y se duerma la luna, espero abrazarte, y llorarte con el alma cansada.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Seni Seviyorum

Me senté en la ladera del volcán. Y todo ese olor a azufre me dejó espantado, atosigado, enfermo, desgarbado. Una tras otra las lenguas de lava pasaban por encima de mí, por detrás; en este valle y en aquel. No quise calumniar a Madre, por lo tanto no me quejé del sufrimiento.

Hacía tiempo que los volcanes de mi tierra, como los del Principito, estaban sin actividad. Pero uno conoce ya los designios del Interior, y en cualquier momento se sacude la osamenta, y el terror nos atrapa para no dejarnos descansar el sueño en paz.

Hermosa lluvia de naranjas fosforescentes y amarillos sol. Repetida escena en la película de mi atroz destino. Magma fulgurante que se deja amar, llorar, y esperar. Latido sublime que se suspende en un segundo, y… ¡ay! Cuando aparezca refunfuñando nuevamente…cuanto dolor, ¡¡¡cuanta alegría!!!

Ya me veo deseando dejarme arrastrar por la roca fundida, por la fuerza que no se mide, y que es abrasadora…obstinada, cegadora…

Ya me veo dejándome atrapar otra vez por el sonido sordo de tu fuego cayendo sobre el mar, para cristalizarse, y olvidarme de nosotros, nunca más…

viernes, 12 de diciembre de 2008

Este cuento...

Cuando oí que era él quien estaba del otro lado de la puerta, no pude evitar sentirme asquerosamente exasperado. Le abrí sin ganas y con un aire de desentendido total. Nuestros problemas se venían suscitando hace mucho tiempo. Cada palabra nos llevaba directamente a otra más violenta y cada frase era el preludio de una nueva discusión. Ese día la bomba explotó.

-¡No te soporto más!- Grité, y atiné a tirar un golpe, que no dio sobre su cara, sino sobre la densa atmósfera que habíamos creado.
-¡Siempre fuiste un fracasado!- Gruñó, y descargó sobre mis costillas una soberana trompada.

A partir de ese instante, la pelea se tornó más agresiva. Alcanza mi memoria a recordar que rompimos el espejo grande de la sala, un juego de platos que guardaba de mi padre, la colección de mis discos originales de Heavy Metal de bandas de los ’90 y la pequeña bodega del living.. Subimos entrelazados en terrible contienda por la escalera, destruyendo parte del barandal, y rodando varias veces escalones abajo, para retomar el camino hacia la planta superior con más ímpetu. Entre empujones, entramos a lo que era mi cuarto. Lanzó una patada que mi estómago supo aguantar, pero otra sobre mi pecho, que hizo temblar toda la caja. Los zarpazos iban y venían; ya me partían una ceja, me habían hinchado el ojo izquierdo y me hacían sangrar de la boca. Pero él…las pocas veces que alcancé sus pómulos y mandíbula, habían logrado aflojar dos dientes, y romper algún vaso de la nariz, ya que fluía mucha sangre por allí.
Nada nos detuvo. Lo lancé sobre la cama, haciéndolo caer más allá del límite de la misma, sobre el piso. Me senté sobre su abdomen, y por más que quiso defenderse, llegué a romper su guardia por completo. Después del sexto golpe, quedó inconsciente, lo que no hizo disminuir mi rabia, traducida en incontenibles ráfagas de puños, tintos en un rojo bermellón espeso.
El hecho de ver que se había rendido, hablaba de lo cobarde que siempre había sido. Constantemente se escondía y escudaba detrás de una actitud osada y atrevida, de hombre de mil historias y millones de experiencias. Pero a mi no iba a mentirme. Nuestra relación se desgastó porque adivinarnos tanto, nos hacía sumamente predecibles, nos irritaba y fustigaba la conciencia.

Y ahí estaba yo, descargando mi ira contra mi mismo, en un intento desesperado de aniquilarme, en un proceso de destruirme y formarme de nuevo. Enfrentando mis otras caras, mis otros miedos, mis otras excusas, mis otras palabras…mi otro ser. El que habita en mí, y en cada uno de nosotros. El que nos llama de adentro, y no dejamos salir. El que es genuino, sin temor de burlas, represalias ni insultos. El que habla sinceramente, porque no ha descubierto que acá afuera hay un mundo que nos exige, nos condena, nos trastorna. Ese yo de adentro, que no mira dos veces, por que no le hace falta; es sutil cuando observa y es callado en sus respuestas.
A ese iluso ser, quería aniquilar, ignorar.
Cuando lo dejé tirado en el cuarto, fui hasta el baño, a remojar mis heridas. Me encontré desfigurado, irreconocible y con un aspecto bastante grotesco. Abrí el grifo, bañé mi cara con agua tibia, y traté de secarme sin llorar.

martes, 9 de diciembre de 2008

CABEZA ABAJO (Mateo Castellani)

No recordamos, no entendemos muchas cosas,
Ya no hay responsabilidades, ni preocupaciones,
La parca acaba de darnos a luz.
Viene la pre-tercera edad, todavía nos hacemos los jóvenes,
Siempre quisimos ser lo que no fuimos,
Y casi tampoco hay responsabilidad, total…
Pronto seremos veteranos.
Y dicen que la mejor edad para el sexo se acerca, estamos en ella,
No es tarde para descubrir, ¿no es temprano?
Y seguimos creciendo, y entramos en las mañnanas más joviales,
En las noches de más disfrute, cuando ya casi todo se acaba, y paso todo tan rápido
Todo empieza a estar en orden, a asentar cabeza, la juventud asoma…
Ya en los 20 todo se repite, es la mejor edad para el sexo, no hay tantas responsabilidades, y los sueños son los mismos a cumplir.
Disfrutamos antes de la adolescencia, sabemos que
Nos esperan tiempos difíciles,
De llantos, y querer crecer lo más rápido posible,
Todo es tan duro, y tan libre a la vez…
Nuevamente perdemos pizcas de responsabilidad y somos niños
Que juegan sin memoria, como cuando recién nacíamos, y ahora
Nos encaminamos al final, riendo,
Aparecen los últimos dientes, las últimas palabras, y los
Últimos pasos
Y pasamos a vivir los postreros mejores nueve meses de nuestra vida
Cabeza abajo
Inmersos en una sustancia húmeda de amor, que pateamos de vez en cuando
Para que no se olviden que todavía estamos
Y así morir en una noche de fuego…
En un orgasmo.